La disponibilidad de la literatura, de la literatura mundial, permitía escapar de la prisión de la vanidad nacional, del filisteísmo, del provincianismo forzoso, de la inanidad educativa, de los destinos imperfectos y de la mala suerte. La literatura era el pasaporte de entrada a una vida más amplia; es decir, a un territorio libre.
La literatura era la libertad. Y sobre todo en una época en que los valores de la lectura y la introspección se cuestionan con tenacidad, la literatura es la libertad.
Ceromil cerocieeeeeeeentos cero ceroooo, cientocincuenta miiiiiiil pesetas...!! (no sé cómo se canta ahora en euros...) Ese el soniquete que nos acompaña desde primera hora todos los 22 de Diciembre. Todos nuestros números están en el bombo y con ellos todas nuestras ilusiones. Las participaciones de lotería repartidas entre amigos y familia viajan en sobres con postales navideñas a lo largo y ancho del país, para que ese día tengamos tod@s un pellizquito de esa ilusión. Desde el sonido más típico de la radio, en el fondo de las tiendas o de nuestro lugar de trabajo, hasta el uso de la red para estar al tanto de lo que ocurre en el salón de loterías. La gente se pregunta si ya ha salido el gordo, dónde ha caído, se alegran y consuelan cuando saben que ha estado repartido o que ha caído en un barrio.
Ya desde el verano vemos a este hombre que nos pregunta Y ¿si cae aquí?. Pero es en estos días cuando comienza la cuenta atrás. Cada año la misma música entra en nuestras casa llenándola de Navidad. Sus anuncios están rodados en armonía, blanco y negro, en distintas ciudades del país. "El calvo" va repartiendo suerte y soplando ilusión por todos los rincones. Hace un par de años, se rodó el anuncio en mi ciudad. Quizás fue el más especial de todos porque veía Avilés en cualquier invierno de principios de siglo, tan bonita, tan entrañable...
No creo que sea yo la afortunada aunque a alguien le tiene que tocar ¿no? Yo considero que ya me ha tocado la lotería por poder estar aquí otro 22 de Diciembre más. Como dicen algunos, ésta, es la lotería de la salud. La esperamos con ilusión, pero cuando a mediodía seguimos igual que estábamos, tod@s nos miramos y nos decimos: "Bueno, que haya salud que es lo importante" ¡Y tanto que es lo importante!
Sin embargo, estamos tan tocados por esa magia que se nos quiere transmitir que olvidamos la realidad. En el caso de "El calvo", su realidad es que se llama Clive Arrindell. Este actor inglés no concede entrevistas y tiene prohibido participar en ningún otro spot para que no se rompa su magia.Bueno pues, con realidad o sin ella, Señor Arrindell (alias "El Calvo"), acuérdese usted de sus fieles el día 22, aunque sea un poquito....
No es más que publicidad, aunque con un encanto especial. Cada año se inicia una cuenta atrás para la primera emisión de este anuncio de cava. Las casas se quedan en silencio, se paralizan las sobremesas de las cenas para estar atentos a las pantallas de nuestros televisores. Sabemos quién o quienes aparecerán en él, pero siempre se espera con ansia para disfrutar de la música, ese personaje que tanto nos gusta... es todo un espectáculo de color dorado.
Pero, sin duda alguna, lo mejor no es el actor o actriz de moda, la música adaptada o el propio cava. Son nuestras burbujitas lo que le dan el toque más especial. Como dice una canción de Mojinos Escozios: pegando botes, pegando gritos.
¿Qué ha pasado este año con ellas? Lo de este año ha sido un chasco monumental. Es bellísimo oír a una soprano mientras de fondo se oye una guitarra española, a la bella actriz andaluza soñando despierta que va de cuento en cuento, a nuestro actor más internacional haciéndonos un guiño de complicidad mientras brinda con una copa de cava y nos desea una Feliz Navidad, pero...
¿Y las burbujitas? Nada es lo mismo sin sus gritos traviesos, lanzando brillantina dorada al aire, ejerciendo de duendecillos alegres con sus bailes. Aún recuerdo cuando tod@s estábamos en aquel anuncio. Una burbujita por cada comunidad autónoma llevaba la alegría a casa del vecino. Por mí... se pueden ahorrar toda la publicidad del año que viene si "mis" burbujitas no van a volver a salir tan dicharacheras como siempre.
Tengo todos mis recuerdos perfectamente archivados. No sabría deciros si están colocados por orden alfabético, por la fecha del acontecimiento, por el lugar o su importancia... Tengo tanto vivido ahí guardadito que no sabría viajar hasta el pasado más remoto para encontrar mi primer recuerdo, pero sería maravilloso si fuera de mi época de bebé.
Siempre he gozado de una mente privilegiada para memorizar fechas, teléfonos, anécdotas y reproducir todo tal y como ha sucedido sin olvidar el más mínimo detalle. Tengo pedacitos de música que he escuchado tan solo una vez, el sonido de las olas contra las rocas, el bullicio de un concierto, los susurros de las confidencias. El olor de mi ropita de niña, de los bizcochos que hacía mi tía, de los libros nuevos, del perfume de mi madre o el olor a tortilla que me despertaba un sábado y significaba que mi padre estaba en casa. Tengo también los colores cálidos y dorados de campos llanos de Castilla cuando iba a Salamanca, verde húmedo de los praos de mi Asturias y el color de unos ojos preciosos que me han cautivado. Miles de fotogramas que conviven con sabores, sensaciones... que reviven cuando cierro los ojos. Me gusta volver a sentir las lágrimas saladas o la risa de mi hermano pequeño (la primera carcajada se la provoqué yo), los colores de las fichas de madera con las que jugaba, el abrazo fuerte de mi padre aquella madrugada cuando supe que entraría en la universidad, las despedidas y reencuentros de las personas a las que amo con todas mis fuerzas...
Hace algunos meses que la tarea de recordar se ha hecho más complicada. Tal vez siga teniendo esa mente privilegiada para algunas cosas, pero otras soy incapaz de retenerlas. No logro encontrar aquella excursión que hice, aquello que me pediste que hiciera, el nombre de alguno de mis amigos más cercano o el mío propio. No me importa vivir condenada a papelitos repartidos por mi casa que me digan que tengo que hacer esto o lo otro. No me importa tener que consultar la agenda para mirar mi número de teléfono o el cumpleaños de mi chico. No me importa leer una y otra vez el mismo párrafo porque no puedo retener lo que dice. No es cuestión de prestar mayor atención porque eso ya lo hago, así que sólo me queda paciencia, disciplina y responsabilidad.
En los últimos días he olvidado el color de tus ojos, cómo es tu risa, la sensación de tocarte la mano, las cosas que me dijiste la semana pasada... Eso es lo que más me duele perder. Por eso, necesito que me lo recuerdes, que día a día reavives todos nuestros recuerdos juntos. No me importa que sean buenos o malos, todos ellos forman parte de nuestra vida y, por eso, no quiero perderlos. Sé que están en algún rincón de mi memoria pero, por alguna razón, los últimos meses no se dejan encontrar. Ayúdame a recordar.
Hace tiempo que tenía ganas de escribir para vosotr@s. Quería deciros que me encantó que me regalarais algunas de vuestras horas aquel fin de semana. Hubiera dado muchísimo por poder quedarme más tiempo allí. El resultado, aunque fuera por poco tiempo, fue de más de 48 horas seguidas con la sonrisa puesta. Lo que más me gusta de todo, es haber comprobado que la genialidad que yo imaginaba cuando os leía es completamente real. Gracias por guardar el secreto (aunque a última hora se fuera al traste...) por acercaros aquella noche hasta El Brillante, por estar ahora en formato "jpeg" para poder recordaros.
Por lo demás, me echo a reír yo sola cuando me acuerdo de las paradas de metro, de lo que pesaba mi maleta (alias: "Baúl de la Piquer"), de lo que tardamos en decidir dónde íbamos aquel viernes (para terminar comiendo con cuchillo y tenedor... ), de esa cena de cumpleaños tan fantástica, de la sensación tan buena que tuve al poder haceros a tod@s reales, de la complicidad, las risas, los guiños, las patadas por debajo de la mesa...
© Mis Palabras 2005