Cuando tú estás yo no estoy y si vengo y nos encontramos no es por mucho tiempo. Así es como viene siendo desde hace unos días y así es como seguirá por lo menos otras tres semanas más. Ya sé que no queda más remedio, que es lo que debe ser y que es sólo temporal. Pero hay momentos en los que no aguanto más y estallo. Hoy no ha sido un buen día. Y es curioso que este post siga al del primer día del año en el que estaba tan llena de vitalidad. Hoy, 26 días después, estoy un poco más apagada.
Mi blog ha estado sometido a numerosas modificaciones desde que sonaron las campanadas. Algunos textos están en borrador: los hay sobre competiciones de natación, sobre feminismo, mis sentimientos... y ahí están "tirados" como en un cajón desastre esperando a ver la luz. Tenía pensado sacarlos un día de estos, pero la facultad me quita demasiado tiempo, así que puede que retome el blog en la fecha de hoy sin rebuscar en el baúl lo que escribí días atrás.

Podría volver a "Mis Palabras" por muchos motivos, pero vuelvo porque aquí me siento de verdad agusto. Es como un espejo en el que una se mira y ve reflejados los defectos que tiene, escribe sobre ellos y los pule hasta estar al gusto propio y ajeno. La tristeza no creo que deba ser considerada un defecto puesto que forma parte de ese abanico de estados de ánimo que poseemos, pero si bien es el más propicio de los estados para sacar del interior las palabras, no es tan bueno cuando este es el estado en el que los que conviven contigo tienen que verte una tarde y otra y otra...

Me apetece acurrucarme en el rincón del blog esperando vuestras visitas y vuestros guiños, pero también me llama el deseo de esconderme bajo las mantas de mi cama para no ver nada ni nadie. Dejar que la noche fría y nevada pase es lo que creo que haré. Tal vez, mañana, pueda hablar sobre el mar, sobre la imagen imborrable del agua salada, de un paseo por la arena, de las anclas, las caminatas nocturnas, las risas descontroladas... y tal vez, entonces, la sonrisa regrese junto con mis palabras.