Querido diario, Hoy ha sido mi vuelta al cole. Ya hace tiempo que no tengo que llevar mochila con cuadernos y lápices de colores y en la mano aquel bloc de dibujo gigante que no cabía en ningún sitio. Sí… ya sé que tengo suficientes añitos como para asumir que ya se me pasó la infancia… pero es que hoy me he sentido como mi primer día de colegio. Sólo faltaba el olor a nuevo en los libros, a plastidecor, a mochilas nuevas y relucientes, griterío en el patio y tirones de las coletas de las niñas por parte de esos pequeños diablos que pegan patadas al balón. Cuando he entrado por la puerta de la facultad me he sentido como mi primer día. Me conozco los pasillos de ese edificio como la palma de mi mano. Creo que hasta podría recorrerlos con los ojos cerrados. Esta mañana he sentido una sensación sorprendente en mi estómago. Abrí las puertas enormes de cristal que dan a la entrada al edificio y sentí que, tal vez, esta sería la última vuelta al cole de mi vida porque empieza la cuenta atrás y la vida universitaria se me acaba… Los mejores años de mi vida. Con tardes de café de máquina, risas en los pasillos hasta llegar a las lágrimas, apuntes garabateados ilegibles que se pasan de mano en mano, carreras para llegar de un aula a otra o mirar las listas de notas recién pinchadas en el tablón.. Tardes enteras en la cafetería contando mil y una historias… mediodías de cañas en el campus mientras escuchábamos algún cantautor en el prao, las fiestas, las huelgas, las charlas filosóficas, las complicidades entre todos aún sin conocernos… Sé que, hoy, en mi vuelta al cole, no había ceras de colores, ni blocs de dibujo, ni un niño que tirara de mi coleta, pero la ilusión era como la de una niña en su primer día. Bienvenida a la facultad de nuevo, pequeña Zirta.